¿Qué debemos hacer con las cargas, las
pruebas y las dificultades?
Aunque muchos tratan de llevarlas sobre
sí, Jesús nos muestra lo que debemos hacer en uno de los pasajes del Sermón del
Monte. Nos dice que debemos ir a nuestro aposento, cerrar la puerta y orar a
nuestro Padre celestial. Todos debemos aprender a compartir con el Señor
aquello que nos preocupa. Y en ocasiones, ese aposento viene a ser nuestro
cuarto de guerra mientras batallamos con el pecado, los conflictos, las
decisiones y las dificultades, hasta que nos rendimos en obediencia a nuestro
Dios.
De acuerdo a Efesios 6.10-12, los creyentes enfrentan una batalla, no
contra otras personas, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas y contra las huestes espirituales de maldad en
las regiones celestes. Se nos dice que debemos ponernos la armadura de Dios,
pues las batallas espirituales demandan su protección. (Efesios 6.14-18)
Satanás es nuestro enemigo. Sabemos que
es un asesino, un mentiroso, un engañador y un destructor. Pero como creyentes
en Cristo, no tenemos que convertirnos en sus víctimas. Dios nos ha dado la
clave para vivir agradándole y honrándole. Y la oración es esa clave. Mientras
estamos en el cuarto de guerra de oración, libraremos nuestras batallas de
rodillas. Podemos venir ante su presencia confiados y seguros de que nuestro
Padre celestial conoce nuestras necesidades y escucha cada una de nuestras
peticiones.
Jesús nos habló de un lugar de oración.
El lugar que Jesús usaba para orar no
era siempre el mismo, pues viajaba mucho. Pero sabemos que la oración siempre
tuvo prioridad en su vida, y también debe tenerla en la nuestra.
Es un lugar privado. Jesús dice
que debemos entrar en nuestro aposento y cerrar la puerta (Mateo 6.6). Si en verdad deseamos encontrar un lugar apropiado
para hablar a solas con Dios, Él nos lo dará. Puede que esto requiera algunos
ajustes en nuestra vida, pero podemos estar convencidos de que el Señor desea
que pasemos tiempo a solas para que podamos desarrollar una comunión íntima con
Él.
Es un lugar santo. Si solemos
tener un encuentro con Dios cada día en el mismo lugar, podemos decir que ese
lugar es santo, pues ha sido apartado para adorar al Señor y poner ante su
presencia nuestras preocupaciones. Será fácil tener comunión con Él, pues eso
es lo que estaremos acostumbrados a hacer en ese lugar. Todo lo que alcancemos
en nuestra vida, vendrá como resultado de la relación personal que tenemos con
Dios y del tiempo que pasemos con Él en oración. Es al confiar en el Señor, que
podemos ver la manera en la que obra en la vida de sus hijos.
Es donde libramos
nuestras batallas.
Cada vez que enfrentemos situaciones difíciles o conflictos con otras personas,
debemos traerlos ante la presencia de nuestro Padre celestial y permitir que
sea Él quien libre nuestras batallas. Necesitamos su guía, ayuda y sabiduría
para responder adecuadamente en todo momento. Habrá ocasiones en las que nadie
más podrá ayudarnos, pero el Señor siempre estará a nuestro lado para
consolarnos, fortalecernos y exhortarnos. Es al humillarnos ante su presencia y
al clamar por su ayuda, que nos sostiene en medio de las tentaciones y las
pruebas de esta vida.
Es donde recibimos
instrucciones para cada día. No sabemos lo que sucederá cada
día, pero Dios sí lo sabe. Si comenzamos cada día en nuestro cuarto de guerra,
nos rendimos a su voluntad y le pedimos que guíe nuestros pasos, el Señor
avanzará con nosotros para acompañarnos, guiarnos y protegernos. Nuestro Padre
celestial promete dirigir nuestros pasos si confiamos en Él con todo nuestro
corazón y si le reconocemos en cada uno de nuestros caminos, en vez de depender
de nuestro propio entendimiento (Proverbios 3.5,6). La Biblia nos instruye para cada situación
que enfrentaremos en la vida. Pero si optamos por no escuchar al Señor, no
podremos conocer su plan de batalla y perderemos ese enfrentamiento. No
podremos vivir agradándole si mantenemos nuestra Biblia cerrada.
Es donde confesamos
nuestros pecados. Cuando
abrimos su Palabra con un corazón sincero ante su presencia, tenemos la
oportunidad de confesar nuestros pecados y de pedirle que nos muestre aquello
que hemos hecho fuera de su voluntad. Mientras oramos, debemos darle tiempo a
Dios para que hable a nuestro corazón. En ocasiones usa pasajes de la Biblia
para exhortarnos, dirigirnos y mostrarnos lo que hemos hecho mal. También nos
habla por medio de su Espíritu Santo. Y hasta puede llegar a usar las pruebas y
las dificultades para captar nuestra atención.
Es donde desarrollamos
una relación cercana con Dios. Si estamos demasiados ocupados
para pasar tiempo a solas con el Señor, no podremos crecer en la comunión que
nos ha permitido tener con Él. Dios nos ama y desea que dediquemos tiempo para
conocerle. Hay momentos en los que oramos junto a otras personas, pero es
cuando estamos a solas que crecemos más en sus caminos y abrimos nuestro
corazón ante su presencia. Esta es la actividad más importante en la vida del
cristiano, pues nos permite tener comunión con nuestro Salvador.
Es donde dejamos
nuestras cargas.
Dios se encarga de llevar nuestras cargas y preocupaciones, y perdona nuestros
pecados si se los confesamos. Es donde lloramos nuestras pruebas y
pesares. Cuando vamos a nuestro cuarto de oración y clamamos al Señor, Él
nos escucha, comprende y sana nuestro roto corazón.
Es donde perdonamos a
otros. El
Señor no solo perdona nuestros pecados, sino que también nos ayuda a perdonar a
los que nos han herido.
Es donde somos
fortalecidos. Es en ese lugar
santo que tenemos la oportunidad de expresar todo lo relacionado con nuestra
vida. Y al derramar nuestro corazón en oración, somos fortalecidos por el
Señor.
Reflexión
¿A qué lugar iría para orar en privado?
Si ya tiene un lugar específico para esto, ¿de qué manera vino a ser su lugar
santo? Y si no lo ha encontrado aún, ¿qué debe hacer para encontrarlo?
¿Puede afirmar que un tiempo diario de
oración ha venido a ser parte de su estilo de vida? De ser así, ¿qué beneficios
ha recibido de esa práctica, y cómo ha fortalecido esto su relación con Cristo?
¿Qué es lo que le impide separar un tiempo diario para estar a solas con el
Señor? ¿Qué debe hacer para vencer esos obstáculos?
Fuente:
Ministerios En Contacto
¡Dios te bendiga!