viernes, 22 de abril de 2016

El cuarto de guerra del creyente




¿Qué debemos hacer con las cargas, las pruebas y las dificultades?

Aunque muchos tratan de llevarlas sobre sí, Jesús nos muestra lo que debemos hacer en uno de los pasajes del Sermón del Monte. Nos dice que debemos ir a nuestro aposento, cerrar la puerta y orar a nuestro Padre celestial. Todos debemos aprender a compartir con el Señor aquello que nos preocupa. Y en ocasiones, ese aposento viene a ser nuestro cuarto de guerra mientras batallamos con el pecado, los conflictos, las decisiones y las dificultades, hasta que nos rendimos en obediencia a nuestro Dios.


De acuerdo a Efesios 6.10-12, los creyentes enfrentan una batalla, no contra otras personas, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas y contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Se nos dice que debemos ponernos la armadura de Dios, pues las batallas espirituales demandan su protección. (Efesios 6.14-18)

Satanás es nuestro enemigo. Sabemos que es un asesino, un mentiroso, un engañador y un destructor. Pero como creyentes en Cristo, no tenemos que convertirnos en sus víctimas. Dios nos ha dado la clave para vivir agradándole y honrándole. Y la oración es esa clave. Mientras estamos en el cuarto de guerra de oración, libraremos nuestras batallas de rodillas. Podemos venir ante su presencia confiados y seguros de que nuestro Padre celestial conoce nuestras necesidades y escucha cada una de nuestras peticiones.

Jesús nos habló de un lugar de oración.

El lugar que Jesús usaba para orar no era siempre el mismo, pues viajaba mucho. Pero sabemos que la oración siempre tuvo prioridad en su vida, y también debe tenerla en la nuestra.

Es un lugar privado. Jesús dice que debemos entrar en nuestro aposento y cerrar la puerta (Mateo 6.6). Si en verdad deseamos encontrar un lugar apropiado para hablar a solas con Dios, Él nos lo dará. Puede que esto requiera algunos ajustes en nuestra vida, pero podemos estar convencidos de que el Señor desea que pasemos tiempo a solas para que podamos desarrollar una comunión íntima con Él.

Es un lugar santo. Si solemos tener un encuentro con Dios cada día en el mismo lugar, podemos decir que ese lugar es santo, pues ha sido apartado para adorar al Señor y poner ante su presencia nuestras preocupaciones. Será fácil tener comunión con Él, pues eso es lo que estaremos acostumbrados a hacer en ese lugar. Todo lo que alcancemos en nuestra vida, vendrá como resultado de la relación personal que tenemos con Dios y del tiempo que pasemos con Él en oración. Es al confiar en el Señor, que podemos ver la manera en la que obra en la vida de sus hijos.

Es donde libramos nuestras batallas. Cada vez que enfrentemos situaciones difíciles o conflictos con otras personas, debemos traerlos ante la presencia de nuestro Padre celestial y permitir que sea Él quien libre nuestras batallas. Necesitamos su guía, ayuda y sabiduría para responder adecuadamente en todo momento. Habrá ocasiones en las que nadie más podrá ayudarnos, pero el Señor siempre estará a nuestro lado para consolarnos, fortalecernos y exhortarnos. Es al humillarnos ante su presencia y al clamar por su ayuda, que nos sostiene en medio de las tentaciones y las pruebas de esta vida.

Es donde recibimos instrucciones para cada día. No sabemos lo que sucederá cada día, pero Dios sí lo sabe. Si comenzamos cada día en nuestro cuarto de guerra, nos rendimos a su voluntad y le pedimos que guíe nuestros pasos, el Señor avanzará con nosotros para acompañarnos, guiarnos y protegernos. Nuestro Padre celestial promete dirigir nuestros pasos si confiamos en Él con todo nuestro corazón y si le reconocemos en cada uno de nuestros caminos, en vez de depender de nuestro propio entendimiento (Proverbios 3.5,6). La Biblia nos instruye para cada situación que enfrentaremos en la vida. Pero si optamos por no escuchar al Señor, no podremos conocer su plan de batalla y perderemos ese enfrentamiento. No podremos vivir agradándole si mantenemos nuestra Biblia cerrada.

Es donde confesamos nuestros pecados. Cuando abrimos su Palabra con un corazón sincero ante su presencia, tenemos la oportunidad de confesar nuestros pecados y de pedirle que nos muestre aquello que hemos hecho fuera de su voluntad. Mientras oramos, debemos darle tiempo a Dios para que hable a nuestro corazón. En ocasiones usa pasajes de la Biblia para exhortarnos, dirigirnos y mostrarnos lo que hemos hecho mal. También nos habla por medio de su Espíritu Santo. Y hasta puede llegar a usar las pruebas y las dificultades para captar nuestra atención.

Es donde desarrollamos una relación cercana con Dios. Si estamos demasiados ocupados para pasar tiempo a solas con el Señor, no podremos crecer en la comunión que nos ha permitido tener con Él. Dios nos ama y desea que dediquemos tiempo para conocerle. Hay momentos en los que oramos junto a otras personas, pero es cuando estamos a solas que crecemos más en sus caminos y abrimos nuestro corazón ante su presencia. Esta es la actividad más importante en la vida del cristiano, pues nos permite tener comunión con nuestro Salvador.

Es donde dejamos nuestras cargas. Dios se encarga de llevar nuestras cargas y preocupaciones, y perdona nuestros pecados si se los confesamos. Es donde lloramos nuestras pruebas y pesares. Cuando vamos a nuestro cuarto de oración y clamamos al Señor, Él nos escucha, comprende y sana nuestro roto corazón.

Es donde perdonamos a otros. El Señor no solo perdona nuestros pecados, sino que también nos ayuda a perdonar a los que nos han herido.

Es donde somos fortalecidos. Es en ese lugar santo que tenemos la oportunidad de expresar todo lo relacionado con nuestra vida. Y al derramar nuestro corazón en oración, somos fortalecidos por el Señor.

Reflexión

¿A qué lugar iría para orar en privado? Si ya tiene un lugar específico para esto, ¿de qué manera vino a ser su lugar santo? Y si no lo ha encontrado aún, ¿qué debe hacer para encontrarlo?

¿Puede afirmar que un tiempo diario de oración ha venido a ser parte de su estilo de vida? De ser así, ¿qué beneficios ha recibido de esa práctica, y cómo ha fortalecido esto su relación con Cristo? ¿Qué es lo que le impide separar un tiempo diario para estar a solas con el Señor? ¿Qué debe hacer para vencer esos obstáculos?

Fuente: Ministerios En Contacto


¡Dios te bendiga!