¿Qué es la depresión?
Es el diagnóstico
psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o
permanente, en una persona.
¿Qué siente una persona deprimida? Síntomas comunes
La depresión se caracteriza
por sentimientos de abatimiento, infelicidad, culpabilidad, insomnio, pérdida o
aumento de peso sin causas aparentes, tristeza, melancolía, fatiga, etc. Pueden
empezar a sentirse inútiles y hasta pensar en la muerte, perdiendo interés total
o parcial en cosas y personas con las que antes disfrutaban y de los
acontecimientos de la vida cotidiana. Los trastornos depresivos pueden estar,
en mayor o menor grado, acompañados de ansiedad.
¿Por qué sucede? Causas.
Con frecuencia la
depresión en los jóvenes cristianos es disparada por las circunstancias de la
vida, tales como la pérdida del trabajo o dificultad para conseguir uno, la
muerte de un ser querido, el divorcio de sus padres o problemas psicológicos
como el abuso o la baja autoestima.
Éstas son otras causas
comunes en jóvenes que dan lugar a la depresión:
Cuando se sienten mal por su cuerpo.
Por los problemas en su casa.
Por las dificultades en el colegio o universidad.
Cuando sienten que no los comprenden y se sienten mal por esas cosas que todavía no cambian en su vida.
Por esos pecados que les cuesta dejar.
Cuando ven que los demás avanzan en el liderazgo de la iglesia y ellos no pueden.
Cuando hay escasez económica en sus casas que les impiden participar en actividades pagas de la iglesia.
¿Preguntas que se hacen algunos jóvenes?
¿Puede un cristiano sentirse
deprimido? ¿Es pecado la depresión? ¿Por qué esta plaga emocional afecta a
tantas personas, incluidos creyentes consagrados y maduros en la fe? ¿No es
Cristo el mejor médico y la oración la mejor terapia?
Estas preguntas, muy frecuentes,
reflejan la inquietud de bastantes creyentes. Para ellos es difícil entender
cómo una persona con fe en Cristo puede atravesar tiempos de depresión,
agotamiento o sequía espiritual.
Se les hace difícil conciliar la
exhortación de Pablo “estad siempre
gozosos” (1 Tesalonicenses 5:16) con la realidad de hombres y mujeres de fe
sufriendo una depresión.
¿Qué nos enseña la Palabra de Dios al respecto?
Un análisis detallado del texto
bíblico arroja mucha luz, y en especial mucho consuelo, a los que sufren una
depresión.
Para empezar, es difícil encontrar
en toda la Biblia un solo personaje que no haya atravesado la angostura de este
valle. Unas veces fue en forma de depresión (Elías en 1 Reyes 19:1-18;
Jeremías, en Jeremías 20:7-18). Otras veces en forma de duda (Habacuc, Juan el
Bautista); casi siempre con profundas experiencias de soledad y frustración
(David, Pablo).
Al descubrir esta larga lista de
héroes de la fe pasando por duras pruebas emocionales, nuestros ojos se abren a
una conclusión realista: estos hombres y mujeres fueron gigantes en la fe, sí,
pero también hombres de carne y hueso “sujetos a pasiones (sufrimientos)
semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17).
Y ello es así porque Dios, en su
soberanía misteriosa, se vale de vasos de barro y no de oro, vasijas frágiles,
por cuanto “el poder de Dios se perfecciona en la debilidad... porque cuando
soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10).
Joven, si estás en esta situación ¡No
te desalientes! No eres ni serás el único que se deprime o que se ha deprimido
alguna vez. La depresión no es pecado, ni algo terrible, siempre y cuando no se
transforme en tu manera de vivir.
La depresión es una señal de
alarma que nos dice que hay algo que no está bien. Que nos advierte que debemos
cuidarnos más, o efectuar algún cambio importante y necesario.
Es una oportunidad para que te
conozcas mejor. Para que pienses cómo está tu relación con Dios y con las demás
personas. Para ir descubriendo si las cosas que hay en tu cabeza son mentiras o
verdades. Para ordenar “algunos desórdenes”. Para descubrir cuáles son las
cosas que te están afectando y hacer algo al respecto. Puedes aprender mucho,
muchísimo, y salir victorioso de ella.
¿Qué hacer para salir de ese estado? Soluciones.
La Biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses 4:4), así que aparentemente Dios propone que vivamos vidas con gozo. Esto no es fácil para alguien que atraviesa por una situación depresiva, pero ésta puede mejorar a través de los dones de Dios en la oración, estudios bíblicos, compañerismo con otros creyentes, confesión, perdón y consejería. Debemos hacer un esfuerzo consciente para no estar absortos en nosotros mismos, sino más bien dirigir nuestros esfuerzos al exterior. Los sentimientos de depresión con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención de sí mismo y la pone en Cristo y los demás.
La depresión clínica es una condición física que debe ser diagnosticada por un médico especialista. Contrariamente a lo que algunos creen en la comunidad cristiana, la depresión clínica no siempre es causada por el pecado. En ocasiones la depresión puede ser un desorden que necesita ser tratado con medicamentos y/o consejería. Desde luego, Dios es capaz de curar cualquier enfermedad o desorden; sin embargo, en algunos casos, el consultar a un doctor por una depresión, no es diferente al acudir a un médico por una herida.
Hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de depresión, para aliviar su ansiedad. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aún cuando no sientan deseos de hacerlo. Las emociones pueden confundirnos, pero la Palabra de Dios permanece firme e inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y acercarnos aún más a Él cuando pasamos por tribulaciones y tentaciones. La Biblia nos dice que Dios nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas tentaciones que estén más allá de nuestra capacidad para manejarlas (1 Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado, el cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción.
“Así que, ofrezcamos siempre a Dios por medio de Él,
sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre”
“Dios
te bendiga”