miércoles, 14 de junio de 2017

Una mentalidad mundana como la de Lot


Esta vez quiero enfocarme en el destino al cual nos conduce nuestro modo de pensar.

La biblia relata la historia de Abraham y su sobrino Lot. Cuando llegó el momento de Lot separarse de Abram, éstos se reunieron y acordaron que ambos tomarían un rumbo diferente. Ambos habían aumentado sus riquezas, ambos tenían ganado y muchos hombres a sus servicios y debido a los conflictos que se formaban ya no podían seguir juntos. 

Así que este es el panorama: la gente de uno no se lleva bien con la gente del otro, sus ganados se están mezclando y eso crea conflicto y al parecer escasea el pasto y el agua, aquí hay una necesidad.

Lot observa a su alrededor en busca de terreno y escoge lo que a su juicio es lo mejor, vio un terreno favorable para sus animales, pero también algo más, Lot vio que en esa dirección habían dos ciudades que parecían ser prometedoras para su negocio. (Ver Génesis 13: 10-13)

Para un hombre común y corriente este tipo de pensamientos es normal, de hecho es lo que cualquiera haría. Tengo ganado y muchos empleados, necesito pasto y agua y también necesito a quien venderle lo que produzco y encuentro dos ciudades grandes y un buen terreno próximo a esas ciudades ¿Qué hago? me voy hacia allá ¿cierto?

Como les dije ese sería el pensamiento común de cualquier hombre, pero no debería ser el pensamiento de un hombre de Dios.

Lot no se percató de la crueldad y depravación que ha había en aquellas ciudades. En la medida que pasaba el tiempo Lot se acercaba más y más a la ciudad de Sodoma, hasta que finalmente terminó viviendo en ella (para ese momento la biblia no registra que él aún tuviera ganado ni gente a su cargo, lo que me hace pensar que ya había perdido todo).

Se crea una situación, ya conocida, en la que Lot debe abandonar esa ciudad de manera urgente y mientras eso sucede pierde la mitad de su familia y todos sus bienes.

¿Cuál es el panorama ahora? Primero teníamos a un Lot con mucho ganado y personal a su cargo, tanto que ya no cabía con su tío Abram; un Lot con una mentalidad progresista pero que no pensó en las implicaciones espirituales de su decisión. Ahora tenemos un Lot que lo único que lleva consigo son dos hijas. Buscando lo que pensaba que era mejor para él, se encontró de frente con lo peor. En su búsqueda de progreso y crecimiento se acercó demasiado a una ciudad que era completamente contraria a su fe y principios. (Ver Génesis 19)

Llegados a este punto te quiero preguntar ¿Qué tipo de mentalidad tienes?
¿Te pareces a Lot? Él estuvo viviendo junto con el hombre a quien Dios le daría la mayor descendencia de la tierra, el hombre a través del cual vendría el Unigénito hijo de Dios para salvar a la humanidad del pecado; pero Lot ni se daba cuenta porque su mirada no estaba en eso, su objetivo era aumentar sus riquezas.

Hoy veo con pena muchos cristianos que van tras las vanalidades de este mundo, no hay diferencia entres sus metas y las metas de quienes no sirven a Dios, un día se encontraron con Cristo, y a pesar de que le entregaron sus vidas, continúan los caminos que ya tenían trazados antes de conocerlo.

Amados hermanos, debemos aprender a ver más allá, pero para ello debemos aprender a ver a nuestro alrededor y aprovechar lo que Dios nos está dando AHORA. Tal vez estés en el mejor lugar de tu vida o al lado de una persona en quien Dios se deleita y por estar mirando otras cosas no te das cuenta.

Revisa a ver si no te estás acercando demasiado a Sodoma. No sé cuál es tu Sodoma, pero te advierto que si no te destruye a ti por lo menos destruirá todo lo que con esfuerzo has conseguido.

No seas como Lot. Abre tus ojos espirituales para que puedas ver más allá.

"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." 1 Juan 2:15-17


¡Dios te bendiga!