Esta vez quiero
enfocarme en el destino al cual nos conduce nuestro modo de pensar.
La biblia relata la
historia de Abraham y su sobrino Lot. Cuando llegó el momento de Lot separarse
de Abram, éstos se reunieron y acordaron que ambos tomarían un rumbo diferente.
Ambos habían aumentado sus riquezas, ambos tenían ganado y muchos hombres a sus
servicios y debido a los conflictos que se formaban ya no podían seguir juntos.
Así que este es el
panorama: la gente de uno no se lleva bien con la gente del otro, sus ganados
se están mezclando y eso crea conflicto y al parecer escasea el pasto y el
agua, aquí hay una necesidad.
Lot observa a su
alrededor en busca de terreno y escoge lo que a su juicio es lo mejor, vio un
terreno favorable para sus animales, pero también algo más, Lot vio que en esa
dirección habían dos ciudades que parecían ser prometedoras para su negocio.
(Ver Génesis 13: 10-13)
Para un hombre
común y corriente este tipo de pensamientos es normal, de hecho es lo que
cualquiera haría. Tengo ganado y muchos empleados, necesito pasto y agua y
también necesito a quien venderle lo que produzco y encuentro dos ciudades
grandes y un buen terreno próximo a esas ciudades ¿Qué hago? me voy hacia allá
¿cierto?
Como les dije ese
sería el pensamiento común de cualquier hombre, pero no debería ser el
pensamiento de un hombre de Dios.
Lot no se percató
de la crueldad y depravación que ha había en aquellas ciudades. En la medida
que pasaba el tiempo Lot se acercaba más y más a la ciudad de Sodoma, hasta que
finalmente terminó viviendo en ella (para ese momento la biblia no registra que
él aún tuviera ganado ni gente a su cargo, lo que me hace pensar que ya había
perdido todo).
Se crea una
situación, ya conocida, en la que Lot debe abandonar esa ciudad de manera
urgente y mientras eso sucede pierde la mitad de su familia y todos sus bienes.
¿Cuál es el
panorama ahora? Primero teníamos a un Lot con mucho ganado y personal a su
cargo, tanto que ya no cabía con su tío Abram; un Lot con una mentalidad
progresista pero que no pensó en las implicaciones espirituales de su decisión.
Ahora tenemos un Lot que lo único que lleva consigo son dos hijas. Buscando lo
que pensaba que era mejor para él, se encontró de frente con lo peor. En su
búsqueda de progreso y crecimiento se acercó demasiado a una ciudad que era
completamente contraria a su fe y principios. (Ver Génesis 19)
Llegados a este
punto te quiero preguntar ¿Qué tipo de mentalidad tienes?
¿Te pareces a Lot?
Él estuvo viviendo junto con el hombre a quien Dios le daría la mayor
descendencia de la tierra, el hombre a través del cual vendría el Unigénito
hijo de Dios para salvar a la humanidad del pecado; pero Lot ni se daba cuenta
porque su mirada no estaba en eso, su objetivo era aumentar sus riquezas.
Hoy veo con pena
muchos cristianos que van tras las vanalidades de este mundo, no hay diferencia
entres sus metas y las metas de quienes no sirven a Dios, un día se encontraron
con Cristo, y a pesar de que le entregaron sus vidas, continúan los caminos que
ya tenían trazados antes de conocerlo.
Amados hermanos,
debemos aprender a ver más allá, pero para ello debemos aprender a ver a
nuestro alrededor y aprovechar lo que Dios nos está dando AHORA. Tal vez estés
en el mejor lugar de tu vida o al lado de una persona en quien Dios se deleita
y por estar mirando otras cosas no te das cuenta.
Revisa a ver si no
te estás acercando demasiado a Sodoma. No sé cuál es tu Sodoma, pero te advierto
que si no te destruye a ti por lo menos destruirá todo lo que con esfuerzo has
conseguido.
No seas como Lot.
Abre tus ojos espirituales para que puedas ver más allá.
"No
améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de
la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre." 1 Juan 2:15-17
¡Dios
te bendiga!