martes, 13 de junio de 2017

Cazados como monos.


Cazar un mono no es cosa sencilla. Estos peludos animales son famosos por su curiosidad y espíritu juguetón, lo cual los lleva muchas veces a aproximarse a los humanos. Pero es de sobra conocido que también son desconfiados, astutos, ágiles y no escatiman hostilidad si se sienten amenazados. Por eso reza un dicho africano: "hace falta mucha paciencia para cazar un mono".


Sin embargo en algunas regiones del mundo han diseñado un método bastante efectivo para resolver este desafío. En algunas islas del Pacífico emplean un coco para fabricar una trampa.

La idea es sencilla. El cazador de monos introduce algún tipo de alimento apetecible para el animal (nueces, arroz, un plátano...) en un recipiente con un orificio lo suficientemente amplio como para que el animal vea que ahí se esconde algo apetitoso y pueda introducir la zarpa (mano o garra del mono). Sin embargo, el tamaño de dicho orificio es tal que, cuando el mono sujeta el alimento y cierra el puño, no puede extraer la zarpa con el puño cerrado; al mismo tiempo el recipiente está clavado al suelo o a una rama de un árbol lo suficientemente fuerte, para que de esta manera el animal no se pueda alejar del lugar de la trampa. Lo interesante aquí es que el mono no parece ser capaz a renunciar a aquello que le va a condenar cuando, con total tranquilidad, el cazador se aproxime al frustrado animal y se haga finalmente con él.

A los humanos nos pasa igual, somos atraídos por cosas cuyo fin es dañarnos, y en ocasiones estamos conscientes de ello pero aún así obstinadamente nos apegamos a ello. El cebo que nos atrae a esas trampas suele ser una relación amorosa, una amistad, un empleo, un vicio, una costumbre, el amor al dinero, las ganas desenfrenadas de superación o hasta nuestro carácter.

Los cristianos venimos a Dios con una serie de cosas que nos arruinaron la vida y nos mantenían apartados de Él; y esas cosas que aún son reincidentes en nuestra vida de cristianos, en la mayoría de los casos nos impiden crecer o avanzar hacia nuestro propósito en la vida. Al igual que los monos atrapados en las trampas que están clavadas en el árbol, nosotros somos atrapados por el diablo o por nuestra propia conducta pecaminosa, no avanzamos hacia lo que Dios quiere de nosotros y vamos muriendo espiritualmente.

En este punto te quiero preguntar ¿Puedes identificar qué tipo de cebo hay en el recipiente que te tiene atrapado/a? Sea lo que sea, es necesario que lo sueltes y que salves tu alma. No importa qué tan atractivo sea lo que te ata al pecado ¡Te va a destruir!

En el evangelio de Juan capítulo 10 verso 10, se nos advierte sobre el papel del enemigo de las almas, el diablo, y nuestro salvador Jesucristo. Dice lo siguiente:

“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

¿Qué harás, seguirás atado/a a eso que te hace daño?

¡Dios te bendiga!