Cazar un mono no es cosa sencilla. Estos peludos animales son famosos por su curiosidad y espíritu juguetón, lo cual los lleva muchas veces a aproximarse a los humanos. Pero es de sobra conocido que también son desconfiados, astutos, ágiles y no escatiman hostilidad si se sienten amenazados. Por eso reza un dicho africano: "hace falta mucha paciencia para cazar un mono".
Sin embargo en algunas regiones
del mundo han diseñado un método bastante efectivo para resolver este desafío.
En algunas islas del Pacífico emplean un coco para fabricar una trampa.
La idea es sencilla. El cazador
de monos introduce algún tipo de alimento apetecible para el animal (nueces,
arroz, un plátano...) en un recipiente con un orificio lo suficientemente
amplio como para que el animal vea que ahí se esconde algo apetitoso y pueda
introducir la zarpa (mano o garra del mono). Sin embargo, el tamaño de dicho
orificio es tal que, cuando el mono sujeta el alimento y cierra el puño, no
puede extraer la zarpa con el puño cerrado; al mismo tiempo el recipiente está
clavado al suelo o a una rama de un árbol lo suficientemente fuerte, para que de
esta manera el animal no se pueda alejar del lugar de la trampa. Lo interesante aquí es que el
mono no parece ser capaz a renunciar a aquello que le va a condenar cuando, con
total tranquilidad, el cazador se aproxime al frustrado animal y se haga
finalmente con él.
A los humanos nos pasa igual,
somos atraídos por cosas cuyo fin es dañarnos, y en ocasiones estamos
conscientes de ello pero aún así obstinadamente nos apegamos a ello. El cebo
que nos atrae a esas trampas suele ser una relación amorosa, una amistad, un
empleo, un vicio, una costumbre, el amor al dinero, las ganas desenfrenadas de
superación o hasta nuestro carácter.
Los cristianos venimos a Dios con
una serie de cosas que nos arruinaron la vida y nos mantenían apartados de Él;
y esas cosas que aún son reincidentes en nuestra vida de cristianos, en la
mayoría de los casos nos impiden crecer o avanzar hacia nuestro propósito en la
vida. Al igual que los monos atrapados en las trampas que están clavadas en el
árbol, nosotros somos atrapados por el diablo o por nuestra propia conducta
pecaminosa, no avanzamos hacia lo que Dios quiere de nosotros y vamos muriendo
espiritualmente.
En este punto te quiero preguntar
¿Puedes identificar qué tipo de cebo hay en el recipiente que te tiene
atrapado/a? Sea lo que sea, es necesario que lo sueltes y que salves tu alma.
No importa qué tan atractivo sea lo que te ata al pecado ¡Te va a destruir!
En el evangelio de Juan capítulo
10 verso 10, se nos advierte sobre el papel del enemigo de las almas, el
diablo, y nuestro salvador Jesucristo. Dice lo siguiente:
“El ladrón no viene
sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia.”
¿Qué harás, seguirás atado/a a
eso que te hace daño?
¡Dios te bendiga!