Una de las cosas que se
suelen hacer cuando se está desarrollando un prototipo de medicamento, de
carros, de aviones, de computadoras, o de cualquier invento es someterlo a
diversas pruebas. A veces esas pruebas duran años y años, antes de que las
autoridades competentes digan que ese instrumento o que esa medicina ha
cumplido con todos los requisitos establecidos por la ley y ya están aptos para
ser puestos en el mercado y que la gente comience a usarlos, confiando
naturalmente en que esas cosas han sido sometidas a diversas pruebas, que son
resistentes y aptas para ser usadas o consumidas.
Basados en esa
percepción que tenemos es que con fe, por ejemplo, nos montamos en un avión,
creyendo que el aparato está bien hecho y que el piloto que maneja la nave está
capacitado para volar el avión. Del mismo modo, manejamos un automóvil, porque
estamos plenamente convencidos, de que el diseño del mismo pasó todas sus
pruebas, y que por lo tanto a la hora de frenar, las bandas de freno harán su
trabajo y evitarán que choquemos. Del mismo modo, cuando vamos al médico, lo
hacemos en fe, creyendo en que ese galeno, tiene la pericia y el conocimiento
necesario para resolver el mal que nos aqueja.
Es posible que nunca lo
hayas pensado, ni reflexionado. Pero si lo analizamos bien, llegaremos en la
conclusión de que el mundo funciona por fe. Por fe, tomamos un vuelo de avión.
Por fe, nos montamos en los autobuses, en el metro, en los autos de servicio
público, por fe vamos a un restaurante y nos comemos la comida, basados en la
creencia de que la persona que está en la cocina sabe lo que hace, y no nos va
a envenenar. Por fe contratamos a un arquitecto para que diseñe nuestra casa o
edificio, por esa misma fe, contratamos al ingeniero o al maestro constructor
para que nos construya la casa. Por fe, vamos al supermercado, a comprar los
alimentos y a prepararlos para nuestro consumo. Por fe, decidimos casarnos y
formar una familia, con un hombre o una mujer, que en principio era un/a total
desconocido/a, que a lo mejor fue criado con costumbres diferentes a las de
nosotros, pero que estamos confiados en que esa es la mujer o el hombre de
nuestra vida y de que a su lado nos irá bien. Y si sigo, la lista de las cosas
que hacemos por fe, no acabarían.
La biblia narra la
historia de unos jóvenes hebreos que fueron echados al horno de fuego (Daniel
capítulo 3), pero ellos tenían una fe a toda prueba, ellos dijeron “ciertamente el Dios a quien nosotros les
servimos, nos puede librar de este horno de fuego en el que tú no quieres
echar, pero si no, sepa oh rey, que nosotros tres seguiremos adorando y
exaltando a nuestro Dios” (Versos 17-18 parafraseados) Esa es una fe a toda
prueba. Esa es una fe completa en Dios. Es el tipo de fe que Dios espera que tú
y yo tengamos.
Pidámosle a nuestro
Dios que nos aumente la fe, para que sean cuales sean las pruebas que nos
toquen vivir, nuestra fe sea resistente a toda prueba y podamos pasar las
mismas, y pasar al siguiente nivel de gloria, adonde el Señor nos quiere
llevar.
Ahora bien, hay
situaciones en que esa fe es probada; así como los medicamentos, los vehículos,
van a un laboratorio a desarrollarse y a probarse, nuestra fe es probada cada
día de diferentes maneras. Con enfermedades, con carencias económicas, etc.
El apóstol Santiago en
el capítulo 1 versos 2-4 lo dice de esta manera: Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse
con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.
Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e
íntegros, sin que les falte nada.
Oramos a Dios para que su fe sea resistente a toda prueba; que sean perfectos, íntegros y que nunca te
falte nada.
¡Dios
les bendiga!