Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? (Job 1:8)
A nosotros los seres
humanos nos gustan los halagos. Cuando hacemos un trabajo bien nos gusta que
nos reconozcan. Si andamos bien vestidos nos gusta que nos digan que esa ropa
nos queda bonita. Nos encantan los halagos porque esa es parte de nuestra
naturaleza humana. Tener buen nombre, prestigio, buena
fama, que digan que tú eres un hombre serio o una mujer seria, el mejor
trabajador o trabajadora, El mejor esposo o la mejor esposa, etc. Esas son
cosas que nos agradan y que nos hacen sentir felices.
¿Pero
ustedes se imaginan si esos halagos en vez de los hombres, vinieran de parte de
Dios? ¿Como nos sentiríamos? Yo creo que se nos
saldría el corazón de nuestros pechos solo de imaginar eso.
Que
seamos acreditados por Dios. Reconocidos y recomendados por Dios. Eso hizo Dios
con su siervo Job, ¿Has visto a mi siervo Job? Porque no hay ninguno como el
sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del
mal; ¡Que carta de presentación mas bella! ¿Te imaginas que el Señor se exprese
así de ti?... ¿Has visto a mi siervo Antonio? ¿Has visto a mi siervo Juan? ¿Has visto a mi
sierva María?
¿Quién de nosotros no se sentiría contento si nada más y nada menos que el mismo Dios se expresara de nosotros de esa manera?
Pero para ser acreditados
por Dios debemos estar dispuestos a pagar el precio. Job lo pagó ¡y de qué
manera! Teniéndolo todo, se quedo sin nada. Pero su fe, su devoción y su
confianza en Dios nunca desmayaron, ni disminuyeron. En tiempos de abundancia,
de salud y de prosperidad, Job alababa a Dios. En tiempos de escasez, de
enfermedad y de pobreza, Job seguía alabando a Dios. Había cambiado de estatus social
de rico a pobre, había cambiado su estado de salud de sano a enfermo; pero sus
circunstancias no cambiaron lo que había en su mente y en lo más profundo de su
ser porque su corazón seguía igual adorando a Dios. Confiando en Dios y esperando
que Dios juzgara su causa.
Cuánto tenemos que
aprender de Job; cuánto tenemos que imitar a Job. Cuando Job lo perdió todo
solo dijo: Jehová dio, Jehová quito, sea
el nombre de Jehová glorificado (Job 1:21)
Cuando estaba
desesperado Job dijo: Yo sé que mi
redentor vive (Job 19:25) A pesar de no entender lo que le estaba pasando, a
pesar de no saber por qué razón de repente el temor que le asaltaba le había
sobrevenido (Job 3:25) Job se refugió en Dios. Job espero en Dios, no hubo
despropósito; ni pecó en su tiempo de aflicción.
Quiero que medites en
todo esto y te hagas estas preguntas ¿Cuándo estoy atravesando un duro proceso
niego a Dios? ¿Me aparto de Él? ¿Empiezo a cuestionarlo para que me dé
respuestas de por qué me pasa a mí?
Pidámosle a Dios que
nos capacite, que nos llene, que nos de fortaleza para que cuando lleguen los días
malos podamos ser probados en todo y pasar las pruebas con notas sobresalientes;
y a quienes están atravesando esas duras pruebas en este momento no nos dejemos
vencer por aquello que no entendemos y confiemos en que el Señor pronto nos
mostrará la salida. Que sea Dios que nos moldee, que Seamos acreditados por el
Todopoderoso. Que el creador del los cielos y la tierra pueda decir de nosotros
lo mismo que de Job: Hombre intachable y
recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
¡Dios
les bendiga!