martes, 20 de septiembre de 2016

Lo que toda mujer debe saber acerca de la sumisión



Por empezar ¿Qué es la sumisión?

Se nos dice que someterse es subordinar la voluntad o el juicio a los de otra persona. Justamente por su significado, el mundo detesta esta palabra en todas sus formas juzgando cada acción que haga o intente obrar de esta manera hacia alguien más. Y claro que se trata de algo negativo pero dependiendo de su contexto.


La Palabra de Dios dice que una vez que nos entregamos a Cristo debemos someternos a Dios, y que a su vez tenemos que someter nuestros deseos carnales al Espíritu para ser agradables a Él.

Y esto no es malo, por el contrario. Es un acto que nos acerca más a nuestro Padre y si lo hacemos no es por obligación sino por amor, porque nos comprometimos con Él de por vida reconociéndolo como nuestro Señor. Lo cual incluye un cambio de vida radical en el que aceptamos la Biblia como su manual de instrucción para nuestras vidas y nos conducimos sujetos a ella para ser transformados a la imagen de Cristo.

En este mismo sentido, cuando la Biblia habla del matrimonio y menciona que la mujer debe someterse a su marido se trata de algo positivo porque estamos hablando, nada más y nada menos, que del plan divino para esta unión sagrada que Él mismo diseñó. Y nada de lo que Dios nos mande hacer es para nuestra destrucción. Por el contrario, así como someternos a Él nos acerca a su persona, la mujer que permanece en esta verdad para con su marido vive conectada a su corazón de una manera especial y constante. Por lo tanto ¿Cómo puede esto ser mal visto?

Sí, lamentablemente aún dentro de la iglesia hay mujeres que rechazan esta verdad y pretenden ser cristianas sin cumplir con lo que Dios estableció para el matrimonio. Lo más doloroso es ver cómo por causa de esta idea mundana, diabólica y carnal enraizada en las mentes de madres y esposas, tantas familias cristianas hayan sufrido estragos. Es por esta razón que vimos la gran necesidad de escribir sobre este tema. Veamos la manera en que las Escrituras lo desarrollan:

“Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo.”

El apóstol Pablo escribe que las esposas deben someterse a sus propios esposos como al Señor, lo cual implica reconocer autoridad y liderazgo en su esposo. Por eso agrega: “El esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.” (V 23) Esta analogía no es menor ya que compara a la iglesia con la esposa y al esposo con nuestro Señor Jesús, quien es la cabeza de ésta. 

¿Cuánto le costará esto a una mujer? Exactamente lo mismo que le cuesta a la iglesia someterse a Cristo. Es por eso que añade: “Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo.” (v. 24) ¿En cuánto? En todo. Así como la esposa se somete a Cristo sin problema alguno, esa misma actitud debe tener hacia su esposo. Lo hace con Cristo como su inspiración, por reverencia a Dios. 

Lo que Pablo nos está diciendo es que el esposo es el líder del hogar. Y que la esposa debe reconocer ese liderazgo y debe ser algo que fluye naturalmente de ella, como respuesta a dos cosas. La primera es como respuesta a la misma actitud que la iglesia tiene con Cristo al reconocerlo como autoridad. Así mismo, sin argumentar, sin contrariar, como lo hace con la autoridad de Cristo sobre la iglesia, debe reconocer la autoridad de su esposo como cabeza y líder de su hogar y su matrimonio. 

Dios da a la esposa la tarea de ayudar y someterse al esposo. Su obligación con el esposo incluye el amor, el respeto, la ayuda, la pureza, la sumisión, el desarrollo de un espíritu suave y apacible, y el ser una buena madre y ama de casa. Dios considera el sometimiento de una mujer a su esposo como parte de su obediencia a Jesucristo, “como al Señor”.

Es decir, que si la esposa reconoce el señorío de Dios en su vida pero no el liderazgo de su marido, se está contradiciendo. Porque si ella decidió rendirse a Dios y Él es quien manda que la esposa esté sujeta a su marido, pero si se niega a hacerlo, entonces está desobedeciendo abiertamente a quien dice reconocer como Señor. 

Por ejemplo: Si una familia logra vivir cómodamente con un ingreso y su esposo quiere que se dedique únicamente a estar en casa, a atender a sus hijos, a ser mamá y esposa ¿Reconocerá a su esposo como líder y cabeza y estará de acuerdo con él como lo está al reconocer a Cristo como el líder de la iglesia o seguirá trabajando fuera de casa en contra del deseo de su esposo? La esposa que no reconoce el liderazgo en su esposo no sólo le falta el respeto, sino que aleja a su esposo de su corazón y atenta contra su función sacerdotal delegada por Dios.

Vea lo que el apóstol Pablo agrega en Efesios 5:33 “En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.” (cursivas nuestras) ¿Quiere humillar y alejar a su esposo de su vida? Fáltele el respeto al no reconocerlo como su líder y burlarse de él.

En la carta a Tito, el apóstol le aconseja que las mujeres ancianas enseñen a las jóvenes “a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.” Tito 2:5 En este caso, si su Palabra es burlada por el mal comportamiento de las esposas que no quieren sujetarse a sus maridos ¿Cómo es que las mujeres cristianas insisten en hacer su propia voluntad antes que la de Dios, poniendo a la familia en discordia y vergüenza?

Con esto no estamos dejando de lado la posibilidad del acuerdo entre ambos en una sana conversación que los lleve a evaluar la situación para tomar una decisión que los beneficie a todos. Pero si el caso es que ella se niega a llegar a un consenso cerrándose en su punto de vista, no está abriendo paso a la solución sino que está descartando toda vía de comunicación y con ello un arreglo productivo. “La obstinación cierra la puerta a la comunicación” dijo un sabio. Esto es algo que una hija de Dios no se puede permitir si quiere el bien para su matrimonio y familia.  

El Señor nos hace esta pregunta al respecto: ¿Andarán dos juntos, si no anduvieren de acuerdo? Amós 3:3. Con esto nuestro Señor nos deja claro que para que dos personas puedan “andar juntos” es necesario que se pongan de acuerdo. Las parejas deben conversar y expresar los puntos de vistas de ambos y ponerse de acuerdo en qué le conviene más a la familia y/o el matrimonio, y ambos comprometerse a apoyar la decisión tomada.

Con mucha razón el rey Salomón dijo “La mujer sabia edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba”. Proverbios 14:1 Y esta es una verdad escalofriante. 

Cada vez que medito sobre esto y veo ejemplos verídicos a mi alrededor me apeno mucho al ver tanta necedad en mujeres que con las manos que deberían estar edificando un hogar en beneficio de su familia, más bien lo destruyen trayendo desdicha para todos. Relaciones rotas, corazones heridos, hijos infelices, pésimas decisiones tomadas, odio, son algunas de las consecuencias que siguen a este tipo de proceder. Pareciera que en vez de deleitarse en el bien para sus seres amados, se deleitaran en traerles dolor ¿Acaso se puede llamar a eso amor, o no es más que egoísmo? 

Esto no es aceptable bajo ningún punto de vista en esposas que entregaron sus corazones a Jesucristo, mucho menos bajo la luz de las Escrituras, porque como decía el pasaje de Tito, de esa manera, sólo hacen que la Palabra de Dios sea blasfemada. La raíz de este mal es la rebeldía que el diablo ha sembrado en las mentes de las mujeres para que negándose a someterse a sus maridos así se rebelen contra Dios.

Todo esto podría evitarse con el simple, y a la vez, gran hecho de aceptar la Palabra de Dios tal y como nos fue dada. Atesorándola con un corazón dócil que anhela agradar a Dios en todo lo que hace porque lo ama y quiere lo mejor para su esposo e hijos.

Una mujer sabía comprende su papel como esposa basado en las Escrituras, sin contradecirlas, porque su deseo es el de deseo de Dios tanto para su matrimonio como para su familia. Una mujer entendida trae placer al corazón de su marido y vela por la felicidad de sus descendientes luchando íntegramente por lograrlo. Una esposa según el corazón de Dios ama a su Señor y lo demuestra amando a su esposo e hijos porque sabe muy bien que de ella depende que la paz de Dios repose en su hogar. 

Si aún no eres esposa tómate un tiempo para pensar qué tipo de esposa quieres ser. Si lo que quieres para tu familia es un hogar que viva con la bendición de Dios, aún estás a tiempo de pedirle sabiduría para ser una mujer conforme a Su voluntad.

Si ya eres casada te animo a que medites en qué clase de esposa estás siendo, si tus actos están honrando a Dios y a tu esposo. En caso de que no sea así, puedes arrepentirte y comenzar a actuar de acuerdo a la Palabra de Dios para ser como tu Creador espera que seas.

¡Dios te bendiga!

Te invito a leer la 2da parte de este artículo que estaremos compartiendo más adelante como conclusión del mismo.                      

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