Una joven le contaba a su abuela que todo iba mal: la escuela,
problemas con la familia y enfermedades. Entretanto, su abuela preparaba la
masa para un bizcochuelo. Después de escucharla, ella le preguntó:
—¿Quieres
merendar?
—¡Claro que sí!,
—respondió la joven.
—Toma, aquí tienes
un poco de aceite de cocina —le dijo la abuela mientras le entregaba la
botella.
—Ajh….
—Ajh….
—¿Qué te parece
un par de huevos crudos? —volvió a preguntarle.
—¡ARRR, abuela!
—¿Entonces
prefieres un poco de harina de trigo, o tal un vez poco de levadura?
—Abuela ¿Te volviste loca? ¡Todo eso es horrible!
—Abuela ¿Te volviste loca? ¡Todo eso es horrible!
Entonces la abuela respondió:
—Sí, todas esas
cosas parecen horribles, si las ves cada una en forma individual. Pero si las
pones juntas en la forma adecuada, hacen una maravillosa y deliciosa torta.
Dios trabaja de la misma forma. Muchas veces nos
preguntamos por qué permite que las tormentas de la vida nos golpeen. Pero Dios
sabe que cuando esas cosas toman el orden divino, todo obra para bien.
A lo largo de la
vida solemos transitar diferentes tipos de tormentas: familiares, económicas,
físicas. Cada una de ellas es la oportunidad de crecer o de ahogarnos. En medio
de la tempestad, cuando nadie nos ve, nuestra reacción será el secreto de cuánto
aprendimos en la vida. La tormenta se encargará de las enseñanzas y a través de
ella revelaremos quiénes somos. Nuestra madurez será
manifiesta por medio de la forma en cómo reaccionamos, ya que ella tiene la
capacidad de desarrollar en nosotros, experiencia, paciencia, tenacidad y fe. Si no quiero pasar por la tormenta,
nunca sabrá cuán maduro está.
Hay quienes
pretenden detener todas las tormentas por la fe, pero muchas veces ellas son
necesarias para crecer, ya que podemos hacer de cada tormenta una escuela de
aprendizaje.
El vendaval es
una oportunidad para conocer la presencia de Dios y verlo como nunca antes lo
habíamos visto. Allí, en medio de la tempestad, cuando todo
parece derrumbarse, la presencia de Dios se hace presente, y todos los temores
desaparecen. Es entonces
cuando firmemente confirmamos lo que Dios nos dice: «Ten coraje en medio de la
tormenta, no por las circunstancias sino porque YO ESTOY CONTIGO».
Si estás atravesando una fuerte tormenta que se abate contra tu
vida, esta es la oportunidad de entrar a una nueva dimensión de fe y esperanza.
No permitas que el temor paralice tu vida. Descubre en medio de
la turbulencia, la paz de aquel que te sostendrá de su mano y te guiará a un
lugar seguro.
“No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo
soy tu Dios. Te fortaleceré,
ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia.” Isaías
41:10
¡Dios te bendiga!