Hay un relato
bíblico empezando en 2 Reyes capítulo 6 verso 24 y continuando hasta el capítulo 7 completo, allí encontramos un tema común en la vida
del profeta Eliseo, en el que Dios lo usa para ayudar a suplir las necesidades
de Su pueblo.
En este
pasaje, los israelitas están sufriendo de hambre, al mismo tiempo que su
capital (Samaria) está sitiada o rodeada por el ejército del rey de Siria
Ben-adad (verso 24). A consecuencia de este acontecimiento los alimentos
que quedaban en la ciudad habían alcanzado precios muy elevados (verso 25). El hambre había alcanzado tan altos niveles que el canibalismo
(acto que consiste en comer carne humana) era ya una opción entre sus
habitantes, al punto de que las madres se comían a sus propios hijos para poder
sobrevivir (Versos 26 al 29).
Ante esta
situación el profeta Eliseo profetiza que Dios proveerá tanta comida que casi
no tendrá valor a causa de su abundancia, y esa profecía habría de cumplirse
¡en solo 24 horas! (Capítulo 7 verso 1). Esa noticia por supuesto era como para no
creerse, sin casi nada que comer en la ciudad, no podían salir a buscar
alimento fuera de esta porque el ejército Sirio estaba a la espera de esa
oportunidad para matar a quien saliera de la ciudad, así que no había esperanza
de conseguir alimentos, y este profeta dice que en sólo 24 horas habría tal
abundancia de alimentos que no costarían casi nada.
Los versos 3 al 17 del capítulo 7 narran una muy extraña manera de cómo Jehová
Dios obró para que esta profecía se cumpliera; así que los israelitas descubrieron
que el ejército Sirio había desaparecido e inexplicablemente habían dejado toda
su comida y sus provisiones abandonadas; de esa manera ahora era tal la
abundancia de alimentos y provisiones que su precio era muy poco, tal y como
Eliseo lo había profetizado (verso 18). Una vez más, Dios suple
las necesidades de los israelitas. Dios está allí para Su pueblo y está allí
para usted.
Ahora quiero
que regresemos al presente, a su presente; piense en los momentos en que estuvo
en necesidad. Piense en las maneras en que Dios ha aparecido constantemente en
su vida para ayudarle a suplir sus necesidades tal como hizo con los
israelitas. Dios crea y creará situaciones que nos parecerán extrañas con tal
de cumplir su palabra de proveernos, Filipenses 4:19 nos dice que Dios
suplirá todas nuestras necesidades de acuerdo a las riquezas de Su gloria en
Cristo Jesús. Esa promesa fue cierta hace miles de años para los israelitas y
sigue siendo cierta hoy para usted y para mí. Dios no lo dejará y le ayudará a
suplir sus necesidades, sin importar cuán grandes o pequeñas estas sean.
Lo que impide
el obrar de Dios en nuestras vidas es nuestra actitud, pues preferimos
afanarnos y buscar hacer en nuestras propias fuerzas aquellas cosas que Dios ya
nos ha prometido que Él haría. A pesar de decir que somos sus hijos y que
hacemos su voluntad nos comportamos como la gente del mundo (Mateo 6:31-32a) ¿Sabes cómo Dios llama a los que se comportan de esa manera?
Los llama “hombres de POCA fe” (Mateo 6:30)
Dios está
enterado de qué cosas necesitamos (verso 32b) por eso nos aconseja, o
más bien nos ORDENA a buscar primero Su reino y Su justicia y nos suplirá todas
las cosas que necesitemos en el momento justo. Buscar el reino de Dios y Su
justicia no es más que vivir como Él quiere que vivamos: estudiando su palabra,
orando en todo momento, buscando su presencia, congregándonos, predicando su
palabra para que otros lo conozcan, siendo ejemplo ante nuestras familias, en
el sector donde vivimos, en la escuela, el trabajo, confiando en que Él tiene
el control de nuestras vidas, manteniendo una vida de santidad y de fe, en fin,
imitar a Cristo cuando estuvo en la tierra. De esa manera buscamos primeramente
Su reino y Su justicia.
Si haces esto
te aseguro que las promesas de Dios a sus hijos se harán una realidad en ti; y
debes saber o recordar que lo que Dios promete lo cumple.
“Así será mi palabra que sale de
mi boca; no volverá a mí vacía, sino que
hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”.
Isaías 55:11
¡Dios
te bendiga!