Si una especialidad
tenemos los seres humanos es engañarnos a nosotros mismos, podemos creer estar
en un estado cuando en realidad estamos en otro, incluso en el opuesto.
Tal es así que aún dentro
de la iglesia podemos llegar a que creer
que estamos viviendo para Dios cuando en realidad estamos lejos de Él. Asistir a
todas las reuniones o servir en algún ministerio no necesariamente significa
que estemos viviendo para Dios ¿Por qué no?
En nuestro engañoso
corazón que se deja llevar por las apariencias pensamos que podemos cumplir con
Dios haciendo ciertas cosas para agradarle pero en realidad en la mayoría de
los aspectos de nuestra vida los que mandamos somos nosotros, entonces nos damos
ciertos permisos que lejos de acercarnos al Señor sólo nos conectan con nuestra
carne ¿Cómo es esto? Es que insistimos en creer que nos entregamos a Dios por
completo cuando muchas veces sólo lo hicimos de labios.
Cuando desenfocamos
nuestra mirada de Dios para ver al hombre comienzan todos nuestros problemas. Es
allí donde empezamos a considerar nuestro propio punto de vista acerca de todo
y entonces caemos en el error de vivir para nosotros mismos o para los demás.
"Cuando desenfocamos nuestra mirada de Dios para ver al hombre comienzan todos nuestros problemas"
¿Cómo darnos cuenta si estamos
viviendo para nosotros mismos?
Repasa tu lista de
prioridades y fíjate quién la encabeza, dentro de tus actividades diarias
cuántas están dedicadas a Dios, cuántas a otros y cuántas a ti. Cuando vivimos
para nosotros mismos sólo se trata de satisfacer nuestras necesidades y deseos,
nos convertimos en el centro de atención por lo que corremos a Dios de su
lugar. Egoístamente pensamos que todo tiene que ser para agradarnos y
satisfacernos a nosotros, de lo contrario no sirve. El
problema más grande de esto es que nos creemos autosuficientes, pensamos que
podemos vivir sin ayuda de nadie, esforzándonos por alcanzar nuestros logros y
todo con nuestros propios medios, sin darnos cuenta que esa actitud nos
distancia tremendamente del Señor. Porque si alguien vive para Dios uno de los
aspectos principales que se puede ver es la dependencia de Él.
¿Cuál es el fin de este
tipo de vida? Lo más probable es que rápidamente nos encontremos en la ruina,
sintiéndonos totalmente fracasados porque nuestra vida perdió el verdadero
sentido de ser. Nuestra actitud de autosuficiencia queda hecha trizas cuando
nos damos cuenta que separados de Él nada podemos hacer (Juan 15:5), cuando al
fin reconocemos que tampoco somos nada si su presencia no reposa en nosotros,
pues sólo su gracia sobre nuestro ser entero es la que nos da la vida en
abundancia que necesitamos.
Después de todo ¿Qué ganancia hay en vivir para nosotros si fuimos creados para algo mucho más grande que nosotros mismos? ¿Qué hay de los propósitos eternos que Dios trazó para nuestras vidas?
Como dice Efesios 1:4-6…
“… según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos
suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado..."
¿Y el vivir para los demás?
Otra de las
maneras de establecer para quién estoy viviendo es preguntándome si considero
importante lo que la gente piensa de mí. No hay nada de malo en estar
consciente de ello pero de ahí a que permita que mi vida sea regida por lo que los
demás piensan hay varios kilómetros de diferencia. Por eso es necesario
determinar la influencia que ejercen sobre mí los pensamientos o dichos ajenos
sobre mi persona. No podemos negar que en algún momento nos afectan pero eso
depende de nosotros, es decisión nuestra si permitimos que esas opiniones repercutan
en nosotros de forma dañina.
Personalmente
viví mucho tiempo de esta manera y
déjame decirte que puede llegar a convertirse en una adicción, sí, una adicción
a la aprobación. Esa espantosa inseguridad en mí misma revelaba que en realidad
no estaba teniendo en cuenta lo que el Señor dejó registrado en su Palabra acerca
de quién soy. En mi error creí estar haciendo las cosas bien porque los demás
estaban contentos conmigo, hasta que me di cuenta (con ayuda) que para nada
estaba agradando a Dios.
Por eso te
digo que si llegaste a creer que podías vivir agradando al ojo humano y a Dios
al mismo tiempo, te metiste en una misión imposible. Si Dios no te mira como
los demás te ven ¿Crees que a Él le agrade que estés pendiente de ellos? ¿Y qué
hay de lo que el Señor piensa y dice de ti, lo seguirás dejando en último lugar
por seguir haciendo caso a opiniones humanas?
Termino
haciendo la misma pregunta del título de la reflexión ¿Para quién vives? Si estás
viviendo para el ojo humano y ya no quieres hacerlo te invito a hacer esta
oración…
Padre Dios, te pido perdón por haber
desenfocado mi vista de ti viviendo para mí o para otros. Me arrepiento de
haber menospreciado lo que ya dijiste que soy en tu Palabra por creer la opinión
del hombre. Hoy decido volver a mirarte para vivir sólo para ti. Ayúdame a escucharte y a mirarte sólo a ti, dame fuerzas para no volver atrás, enséñame a depender de ti. Gracias por tu
gran amor y misericordia. Amén
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¡Dios te bendiga!