Todos solemos atravesar momentos difíciles en los que
somos atrapados por la incertidumbre, la angustia, la depresión, la
inseguridad, el afán, la ansiedad y otros pesares. Son esos instantes en los
que sólo quisiéramos dejar de existir para escapar de nuestra realidad, pues la
presión se nos hace insoportable.
Con frecuencia quisiéramos poder contar con alguien
que entienda perfectamente lo que estamos sintiendo, llegamos a ansiar tanto
eso que muchas veces terminamos confiando en las personas equivocadas. Y
es que por más que encontremos a alguien que haya pasado por la misma
situación, ese momento debemos pasarlo solos, nadie más lo podrá vivir en
nuestro lugar porque es la realidad que debemos afrontar.
Es allí cuando desesperadamente acudimos a Dios por su
auxilio. Y es que ¿En quién más podemos refugiarnos, si es única y
exclusivamente en su presencia donde encontramos el consuelo y la paz que tanto
necesitamos? Indudablemente no hay otro lugar en el que podamos encontrar
descanso para nuestras almas, pues Él es nuestra fuente de vida.
Una vida en el Espíritu
Ahora bien ¿Qué es lo que nos
lleva a permanecer en paz? Dice Pablo en Romanos 8:6 que el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Y más
tarde en el capítulo 14:17 dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo.
Es decir, que fuera de una vida
en el Espíritu no hay paz. Porque la paz de Dios que es la que sobrepasa todo
entendimiento, es totalmente sobrenatural. ¿Cómo puede entenderse que alguien
que esté pasando por uno de los peores momentos de su vida pueda tener paz?
¿Qué aún en medio del dolor pueda sentir en su interior una calma
indescriptible? Porque es un fruto del espíritu (Gálatas 5:22)
Cuando Santiago describe la
sabiduría de lo alto dice que en primer lugar es pura, luego pacífica, amable,
benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni
hipocresía. Y culmina diciendo que el fruto de justicia se siembra en paz para
aquellos que hacen la paz.
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"La paz no es ausencia de conflicto sino fruto
del amor"
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Al leer esta frase me vino a la mente la interesante
manera en la que Pablo reaccionaba ante las pruebas, mientras él estaba
sufriendo grandes padecimientos por causa de Cristo podía tener gozo, cantar
alabanzas y predicar a quien se le cruzara en el camino.
“Lo
que aprendisteis y oísteis y recibisteis de mí, esto haced y el Dios de paz
estará con vosotros”.
¿Qué era lo que hacía Pablo?
Imitaba a Jesús, se esforzaba en vivir siempre como su verdadero seguidor. Y
¿qué hacía Jesús? Intimaba con su Padre, en los Evangelios podemos ver cómo
todo el tiempo se apartaba a orar y recibía las directivas de Él puesto que
vivía conectado ¿Cómo no tener paz cuando el Dios de paz mora en
nosotros? Es en una relación de amor con Dios que podemos tener paz,
incluso disfrutar de ella en medio del ojo de la mayor tormenta que hayamos
enfrentado.
Obviamente que cuando pasamos por
dificultades experimentamos diversidad de emociones negativas, pero aun así
Dios es nuestra paz, ÉL ES PAZ.
Es por eso que en esos momentos
de desesperación cuando acudimos a Él, aunque el problema no se haya resuelto recibimos
paz e incluso una perspectiva distinta de lo que estamos pasando. Porque ya no
cargamos con ese peso sino que decidimos ponerlo en sus manos para que sea Él
quien se ocupe.
Cuando pasamos de poner nuestra
atención en los problemas para enfocarla en el Todopoderoso nuestro ánimo es
afectado por su divinidad.
“Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en
ti ha confiado”.
“Y
la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Nuestro corazón y nuestra mente
son guardados por el Señor cuando confiamos y meditamos en Él todo el tiempo.
La confianza es fundamental en esta relación porque se construye en base a
ella. Cuando decidimos confiar en Dios, pase lo que pase, le estamos diciendo
que verdaderamente creemos en Él más allá de lo que nuestros ojos vean y de lo
que nuestro corazón sienta porque sabemos bien que uno de sus atributos es ser
Fiel y una de sus principales promesas, estar siempre con nosotros.
Incluso podemos llegar a creer
que estamos atravesando por la peor de las situaciones de nuestra vida. Sin
embargo, ¿No fue eso lo que pensamos en la prueba anterior? ¿Y entonces cómo
fue que la superamos?
Ese fue Dios que en medio del
dolor y el sufrimiento nos capacitó con su gracia poniendo en nuestros
corazones esa paz tan especial que es imposible de describir, porque solo se
puede sentir. Y podemos percibirla únicamente cuando acudimos a su presencia,
ahí descubrimos que realmente no hay nada en este mundo que pueda compararse a
esa calma que de pronto inunda nuestras almas luego de dejar nuestras penas
delante de Él.
“Pero yo cantaré de
tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia;
porque has sido mi
amparo y refugio en el día de mi angustia.”
¿Cómo no alabar a Dios con un corazón agradecido por
sus bondades para con nosotros? ¿Cómo no adorarlo con nuestra vida entera
siendo nuestro amparo y refugio cuando peor nos encontramos?
Si cultivamos una relación de amor con nuestro Señor
no habrá nada que nos pueda derrotar, pues su gracia y favor nos acompañarán en
cada paso que demos. Evitemos desesperarnos cuando estemos pasando por momentos
difíciles, ya que con quien contamos no es ningún mortal capaz de fallarnos,
sino un Dios Todopoderoso que si en algo se destaca es por su amor y su paz,
que, de hecho, tiene de sobra para compartirnos siempre y en mayor proporción
cuando más los necesitemos.
Por: Pamela Hoyos
¡Dios
te bendiga!