jueves, 3 de noviembre de 2016

En el Refugio de Su Presencia


Todos solemos atravesar momentos difíciles en los que somos atrapados por la incertidumbre, la angustia, la depresión, la inseguridad, el afán, la ansiedad y otros pesares. Son esos instantes en los que sólo quisiéramos dejar de existir para escapar de nuestra realidad, pues la presión se nos hace insoportable. 

Con frecuencia quisiéramos poder contar con alguien que entienda perfectamente lo que estamos sintiendo, llegamos a ansiar tanto eso que muchas veces terminamos confiando en las personas equivocadas. Y es que por más que encontremos a alguien que haya pasado por la misma situación, ese momento debemos pasarlo solos, nadie más lo podrá vivir en nuestro lugar porque es la realidad que debemos afrontar.


Es allí cuando desesperadamente acudimos a Dios por su auxilio. Y es que ¿En quién más podemos refugiarnos, si es única y exclusivamente en su presencia donde encontramos el consuelo y la paz que tanto necesitamos? Indudablemente no hay otro lugar en el que podamos encontrar descanso para nuestras almas, pues Él es nuestra fuente de vida. 

Una vida en el Espíritu

Ahora bien ¿Qué es lo que nos lleva a permanecer en paz? Dice Pablo en Romanos 8:6 que el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Y más tarde en el capítulo 14:17 dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

Es decir, que fuera de una vida en el Espíritu no hay paz. Porque la paz de Dios que es la que sobrepasa todo entendimiento, es totalmente sobrenatural. ¿Cómo puede entenderse que alguien que esté pasando por uno de los peores momentos de su vida pueda tener paz? ¿Qué aún en medio del dolor pueda sentir en su interior una calma indescriptible? Porque es un fruto del espíritu (Gálatas 5:22)

Cuando Santiago describe la sabiduría de lo alto dice que en primer lugar es pura, luego pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y culmina diciendo que el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. 
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"La paz no es ausencia de conflicto sino fruto del amor"
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Al leer esta frase me vino a la mente la interesante manera en la que Pablo reaccionaba ante las pruebas, mientras él estaba sufriendo grandes padecimientos por causa de Cristo podía tener gozo, cantar alabanzas y predicar a quien se le cruzara en el camino. 

“Lo que aprendisteis y oísteis y recibisteis de mí, esto haced y el Dios de paz estará con vosotros”.

¿Qué era lo que hacía Pablo? Imitaba a Jesús, se esforzaba en vivir siempre como su verdadero seguidor. Y ¿qué hacía Jesús? Intimaba con su Padre, en los Evangelios podemos ver cómo todo el tiempo se apartaba a orar y recibía las directivas de Él puesto que vivía conectado ¿Cómo no tener paz cuando el Dios de paz mora en nosotros? Es en una relación de amor con Dios que podemos tener paz, incluso disfrutar de ella en medio del ojo de la mayor tormenta que hayamos enfrentado.

Obviamente que cuando pasamos por dificultades experimentamos diversidad de emociones negativas, pero aun así Dios es nuestra paz, ÉL ES PAZ. 

Es por eso que en esos momentos de desesperación cuando acudimos a Él, aunque el problema no se haya resuelto recibimos paz e incluso una perspectiva distinta de lo que estamos pasando. Porque ya no cargamos con ese peso sino que decidimos ponerlo en sus manos para que sea Él quien se ocupe. 

Cuando pasamos de poner nuestra atención en los problemas para enfocarla en el Todopoderoso nuestro ánimo es afectado por su divinidad. 

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Nuestro corazón y nuestra mente son guardados por el Señor cuando confiamos y meditamos en Él todo el tiempo. La confianza es fundamental en esta relación porque se construye en base a ella. Cuando decidimos confiar en Dios, pase lo que pase, le estamos diciendo que verdaderamente creemos en Él más allá de lo que nuestros ojos vean y de lo que nuestro corazón sienta porque sabemos bien que uno de sus atributos es ser Fiel y una de sus principales promesas, estar siempre con nosotros.

Incluso podemos llegar a creer que estamos atravesando por la peor de las situaciones de nuestra vida. Sin embargo, ¿No fue eso lo que pensamos en la prueba anterior? ¿Y entonces cómo fue que la superamos? 

Ese fue Dios que en medio del dolor y el sufrimiento nos capacitó con su gracia poniendo en nuestros corazones esa paz tan especial que es imposible de describir, porque solo se puede sentir. Y podemos percibirla únicamente cuando acudimos a su presencia, ahí descubrimos que realmente no hay nada en este mundo que pueda compararse a esa calma que de pronto inunda nuestras almas luego de dejar nuestras penas delante de Él. 

“Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; 
porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia.”

¿Cómo no alabar a Dios con un corazón agradecido por sus bondades para con nosotros? ¿Cómo no adorarlo con nuestra vida entera siendo nuestro amparo y refugio cuando peor nos encontramos?

Si cultivamos una relación de amor con nuestro Señor no habrá nada que nos pueda derrotar, pues su gracia y favor nos acompañarán en cada paso que demos. Evitemos desesperarnos cuando estemos pasando por momentos difíciles, ya que con quien contamos no es ningún mortal capaz de fallarnos, sino un Dios Todopoderoso que si en algo se destaca es por su amor y su paz, que, de hecho, tiene de sobra para compartirnos siempre y en mayor proporción cuando más los necesitemos.

Por: Pamela Hoyos

¡Dios te bendiga!