Muchas veces
Dios pone sueños en nuestro corazón, anhelos, proyectos y planes, que no son
para el momento actual, sino para el futuro distante. Dios nunca está de prisa.
Dios crea pacientemente, orgánicamente, desde adentro hacia fuera, poniendo una
pieza encima de la otra con total intencionalidad. Se toma su tiempo en
elaborar una hermosa visión.
El escritor de Eclesiastés
declara: “Todo tiene su tiempo, y todo lo
que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1). Habacuc 2:3 introduce un elemento muy
importante en la ejecución de toda visión personal: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el
fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.
Cuando Dios está obrando en una vida, nada sucede por inercia o
accidente. Nada sobra, y nada falta. En Dios no hay excesos. Todo lo que Él
permite que intervenga en la elaboración de una visión es justamente lo que se
requiere, aunque en nuestro apresuramiento por verla realizada parezca que el
momento de la victoria se está tomando demasiado tiempo en llegar.
“Cuando Dios está obrando en una vida, nada sucede por inercia o accidente, nada sobra, y nada falta”.
El apóstol
Pablo nos advierte que para ser coronados--en otras palabras, para llegar a la
plena realización de nuestros sueños-- tenemos que luchar legítimamente (2 Timoteo 2:5). “Luchar legítimamente” quiere decir, no tomar atajaderos; quiere decir,
pasar por el largo y arduo proceso que requiere una visión, tomar hasta el
fondo la copa de la crucifixión personal que nos prepara y capacita para el
triunfo que tanto anhelamos.
Dios es un
Dios de procesos, de etapas entrelazadas que se van cumpliendo ordenadamente
una tras otra en un orden coherente. ¡Todo esto requiere tiempo! La hermosa
sinfonía de una vida con propósito no se realiza de la noche a la mañana.
Requiere una capacidad para ver a largo plazo, para esperar pacientemente
“hasta que despunte el alba”. El salmista dice: Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. (Salmos 40:1)
Aunque la
visión se tome más tiempo de lo previsto, desde nuestra perspectiva, debemos esperar pacientemente hasta
que Dios se incline hacia nosotros, nos extienda su cetro, y nos otorgue el
triunfo anhelado. Si la visión es auténtica y viene de Dios, Él se asegurará de
que llegue el tiempo de su realización. En tiempos de sequía y espera, cuando
casi desfallecemos y abandonamos la visión, Dios nos susurra: “Aunque se tarde
mucho tiempo, no la abandones. Ella se apresura hacia el fin, y no mentirá”.
“Si
la visión es auténtica y viene de Dios, El se asegurará de que llegue el tiempo
de su realización”.
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¡Dios te
bendiga!