Un ateo me retó
una vez a explicarle cómo es que se puede confiar en la Biblia cuando está
llena de promesas que obviamente no suceden. El pasaje que citó fue Juan 14:14,
donde Cristo nos dice que hará lo que pidamos en su nombre.
¿Es realmente
cierto que Dios hace lo que sea que pidamos en el nombre de Jesús? Si no lo
hace, parece estar mintiendo. Pero, como todo versículo de la Biblia, leer
correctamente el contexto nos ayuda a aclarar el verdadero significado del
texto. Empecemos leyendo todo el pasaje:
“Y todo lo que
pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si
me pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-14).
La respuesta a
si Dios hace lo que pedimos está en la motivación detrás de nuestra oración. El
contexto lo deja claro. Entonces, si queremos saber si Dios hará lo que
pedimos, debemos hacernos las siguientes preguntas.
1. ¿Será el
Padre glorificado en el Hijo con mi petición?
Romanos 11:36
dice que “todas las cosas son para Él”. La manifestación de su gloria es el
propósito final y superior en TODO lo que Dios hace. Por eso dice el versículo
13, “…para que el Padre sea glorificado en el Hijo” como el propósito por el
cual Dios hace lo que pedimos.
Jesús nos dio un
ejemplo muy claro del tipo de peticiones que están motivadas por un deseo de la
gloria de Dios cuando explicó el propósito de la muerte de Lázaro (Jn. 11:4),
“Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el
Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Cuando Jesús oró para que Lázaro
resucitara ¡Dios contestó!
2. En qué confío
¿en la sabiduría de Dios o en la mía?
Justo después de
la promesa de siempre hacer lo que pidamos, está la promesa del Espíritu Santo.
Jesús promete que no nos dejará huérfanos (v.18). Esta dependencia y guía del
Espíritu es lo que debe regir nuestras peticiones. Dependemos de la guía del
Dios sabio para tomar decisiones sabias y vivir correctamente la vida
cristiana. ¿Sabemos realmente qué es lo mejor para nosotros? Si realmente
consideramos que Dios es más sabio que nosotros, diremos junto con el apóstol
Pablo, “No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Y Aquél que escudriña los corazones sabe cuál
es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la
voluntad de Dios” (Ro. 8:26-27).
Esto significa
que al pedirle cosas a Dios debemos hacerlo en un espíritu de humildad y
dependencia. Debemos procurar una actitud que muestre fe: “A mí me gustaría que
hicieras esto, pero sé que tú ves un panorama mucho más extenso y profundo que
el que yo puedo ver. Por favor, haz lo que el Espíritu está intercediendo por
mí ahora”.
"Padre nuestro...
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10) y por ende en mi vida.
Ese es el tipo
de oración que glorifica al Padre; el tipo de oración que muestra dependencia y
confianza en su soberanía y su superioridad para conocer el mejor lugar al que
nos puede llevar como sus hijos. Ese lugar pudiera ser la escasez económica, la
enfermedad o aún la muerte ¿Por qué querríamos que Dios nos diera algo
menos que lo mejor? Y sólo Él sabe qué es lo mejor realmente.
3. ¿Quiero lo
mismo que quiere Dios?
Hace poco hice
un estudio sobre el Padre Nuestro basado en una serie de mensajes por David
Platt. En uno de los mensajes David decía, “Desea lo que Dios desea, y luego
pide lo que quieras”. Me parece que allí está la verdadera clave de que una
oración sea contestada. Entre más vayamos creciendo en santidad hacia ser más
como Cristo en nuestra manera de pensar, más oraciones veremos contestadas. Por
eso dice el versículo 15, inmediatamente después del texto que estamos
considerando, “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Nuestro amor a Dios
siempre se verá reflejado en las cosas que deseamos, porque lo que deseamos es
un reflejo de lo que valoramos. Jesús dice que el reflejo de nuestro amor por
Él es cómo valoramos sus mandamientos en nuestras vidas.
Este concepto lo
vuelve a reforzar Juan en el capítulo 15 versículo 16: “…y os designé para que
vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que
pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”. Dios quiere que llevemos fruto,
por lo tanto, cada vez que pidamos llevar fruto y que ese fruto permanezca, no
tengamos la menor duda: Dios contestará esa oración.
Conclusión
La oración no es
para que Dios se someta a nosotros, sino para que nosotros nos sometamos a
Dios. Y esa es la verdadera fe. La que hace cosas sobrenaturales y mueve
montes. La que muestra que Dios hará cualquier cosa que lo glorifique. Y cada
vez que pidamos que Jesús sea glorificado en la manera que Dios conteste
nuestra oración, tengamos por seguro que lo hará, aunque signifique arrancar un
monte de su lugar para echarlo al mar. Pidámosle a Dios llevar fruto para su
gloria. Sólo Dios sabe en su infinita sabiduría cómo y dónde lo hará. Pero sí,
lo hará.
Recuerda: entre
más vayamos creciendo en santidad hacia ser más como Cristo en nuestra manera
de pensar, más oraciones veremos contestadas.
¡Dios te
bendiga!