Hoy día no
entendemos mucho sobre la esclavitud pues ya ha sido abolida en la gran mayoría
de los países, pero tenemos que saber que cuando una persona era comprada para
servir como esclavo, quedaba a merced de la voluntad del dueño. Este perdía
todos sus derechos personales. A partir de allí debía vivir haciendo lo que se
le ordenaba. Por ejemplo: Si un dueño injusto, lo despertaba a las tres de la
mañana para que el esclavo fuese a regar las plantas bajo la lluvia porque el
dueño tenía ganas, el esclavo tenía que hacerlo. Si se negaba quedaba expuesto
al castigo y aún a la muerte.
La esclavitud
espiritual que el creyente tiene con Dios no tiene nada que ver con la
esclavitud natural. La esclavitud espiritual entre el creyente y Dios no es por
obligación, forzada ni por temor sino por amor. Fuimos comprados por Dios a
gran precio, por la sangre de Jesucristo como una muestra del gran amor de Dios
por nosotros (Juan 3:16). Ese amor que hemos recibido es tan intenso que lo
mínimo que podemos hacer por El, a manera de agradecimiento, es consagrarle
nuestra vida en santa esclavitud, que significa obedecerle en todo tiempo y
servirle bajo cualquier circunstancia.
Los primeros
creyentes se consideraban a si mismo esclavos de Jesucristo. Para nosotros es
un término muy fuerte pero creo que es necesario considerarlo con los
siguientes pasajes por un instante:
“¿No sabéis que
si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel
a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para
justicia?” Romanos 6:16. Aquí el pasaje nos dice que somos esclavos de Dios si lo obedecemos.
“Por precio
fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1 Corintios 7:23
Porque el que en
el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue
llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. 1 Corintios 7:22
El concepto de
esclavitud espiritual por amor al Señor por cierto no es lo mismo que vivir
esclavizados por tener una vida carnal o por tener áreas donde el enemigo las
controla. La esclavitud espiritual es el subproducto del amor a Dios hacia
nosotros y nuestra devolución como gratitud. Ese amor que nos cautiva, produce
una ligadura, una atadura santa, una esclavitud donde Jesucristo es el Señor y
nosotros sus esclavos. Es allí donde el Cristiano experimenta la verdadera
libertad en el Espíritu y puede encausarse en el propósito de Dios.
Un creyente que
se ha armado el pensamiento de que ya su vida no le pertenece y que es un
esclavo espiritual por amor, siempre estará disponible, tenga un día glorioso o
uno muy malo, tenga o no tenga ganas. Este cristiano siempre estará entre los
disponibles, que en definitiva es la característica de los que son
poderosamente utilizados por Dios.
Aunque nadie en
su entendimiento humano desea que le llamen esclavo, nosotros no debemos
avergonzarnos de ser esclavos de nuestro Señor Jesucristo.
¡Dios te
bendiga!