Desde hace unos
meses he estado meditando sobre el panorama que estamos experimentando como
iglesia en los últimos 5 años, donde podemos ver una gran cantidad de personas
que se “lanzan” al rol ministerial y ocupan puestos de liderazgo frente a una
multitud en busca de una palabra de Dios.
Desde un punto
de vista parece ser positivo porque da a entender que es la respuesta a Lucas
10:2 donde dice: “Y les decía: La
mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de
la mies que envíe obreros a su mies”. Así que, tal vez podríamos decir:
¡Excelente, Hemos visto este verso cumplirse! Pero es aquí donde debo decirte
que no está bien que lo tomes tan a la ligera.
Si analizamos
detenidamente el texto citado podemos notar que la segunda parte dice “rogad al Señor de la mies que ENVÍE obreros a su mies”. Por lo
tanto es correcto pensar que no cualquiera puede ocupar un puesto de liderazgo
y dirigir a un pueblo hacia Dios, esta persona debe ser enviada por Dios, y
nuestro creador antes de enviar capacita. Lo vimos en el Antiguo Testamento con
los profetas, reyes y sacerdotes y lo vimos en el Nuevo Testamento con los
discípulos de Cristo.
En este sentido
las personas que Dios envía como obreros, en otras palabras que son llamados al
ministerio, deben cumplir una serie de requisitos para el mismo. Estos
requisitos evidentemente están contenidos y distribuidos a lo largo de toda la
escritura. A continuación pasaré a mencionar algunos de los más importantes:
1- Asegúrese de haber sido llamado por Dios para el ministerio
Así como el
fundamento (la base) de una edificación es determinante para la seguridad y
durabilidad de la misma, lo es el llamado de Dios para cualquier ministerio; debemos
ser llamados por Dios, no por el hombre y no por cubrir una necesidad ni nada
parecido. Cuando Dios te llama te hace resistente a las cargas del ministerio
al cual fuiste llamado.
Dios pone en ti
el deseo y la pasión por el ministerio al que eres llamado ¿Tienes tal deseo y
pasión por la labor ministerial? Cuando Pablo instruyó a Timoteo en qué es lo
primordial en el llamado al ministerio, le habló acerca de un deseo interno: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado,
buena obra desea” (1 Timoteo 3:1).
Este anhelo es un sentir interno el cual nace por el Espíritu Santo a medida
que el hombre de Dios crece en conocimiento de la Palabra.
No estoy
hablando de una emoción que debes sentir, pues debemos reconocer que nuestro
corazón es engañoso y perverso (Jeremías 17:9) y por lo tanto no
debemos guiarnos por nuestras emociones momentáneas. Estoy hablando de un
deseo que esté constantemente presente en su mente que lo lleve a desear la
labor ministerial. Si tiene tal deseo, entonces recurra a la oración.
Ayune, vaya a su habitación y doble sus rodillas delante de Dios. Lea la
Biblia y examine la raíz de tal deseo. Hermano, no entre al ministerio para
buscar reconocimiento, fama, ganancias o un lugar donde pueda liderar a
personas. Tal deseo debe ser un sentir marcado por la humildad, piedad, amor y
compromiso con la proclamación del evangelio.
2- Una vida conforme al llamado. Los requisitos bíblicos
Así como para un
empleo debe cumplir varios requisitos para aplicar, de la misma manera el
ministerio demanda una lista de requisitos bíblicos. El apóstol Pablo lista estos
requisitos en 1 Timoteo 3:2-7 y Tito 1:5-9. Debe ser:
“irreprensible, marido de una sola
mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado
al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable,
apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa,
¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito (nuevo creyente), no
sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario
que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y
en lazo del diablo”
Si lee esta
lista y ve que su vida no refleja un patrón de cumplimiento a estas
calificaciones o requisitos, entonces debe considerar seriamente si es tiempo
de entrar al ministerio en este momento. Tal vez sea necesario más tiempo para
poder crecer en santificación y madurez, para entonces sí poder decir con una
limpia conciencia que poseen las calificaciones necesarias. Si su vida no demuestra
estas calificaciones, bíblicamente no está calificado para el ministerio, y por
lo tanto haría mal en postularse para el mismo.
Es importante
mencionar que esto no quiere decir que usted deba ser perfecto. Un ministro de Dios
no es una persona que nunca peque, pues la Biblia misma nos enseña que todos
continuamos pecando (1 Juan 1:8). Si lucha contra algún
pecado, arrepiéntase y busque la santidad. Recuerde que un hombre de Dios es un
hombre que reconoce sus debilidades y vive de rodillas buscando la divina ayuda
de Dios para llevar a cabo su ministerio, a pesar de sus debilidades.
3- Ser perseverantes y constantes en su llamado.
Una de las cosas
que he podido notar a lo largo de algunos ministerios es la falta de
perseverancia al no ver las respuestas esperadas. Muchas personas tienden a
hacerse expectativas y hasta se miden con otros ministerios y al no ver el
crecimiento o adelanto esperado bajan sus brazos. Por ello es importante estar
sintonizados con el Espíritu Santo para ser guiados por él en el ministerio que
ejercemos.
El apóstol Pablo
aconsejó a los corintios sobre esto en 1 Corintios 15:58 “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en
la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es
vano”.
Santiago
5:11. “En
verdad, consideramos dichosos a los que perseveraron. Ustedes han oído hablar
de la perseverancia de Job, y han visto lo que al final le dio el Señor. Es que
el Señor es muy compasivo y misericordioso”.
4- No se gloríe de su ministerio
Otra de las características
que es común en algunas personas es enaltecerse cuando su ministerio marcha
bien, parece que pierden de vista el enfoque y creen que han llegado hasta
donde están por sus propias capacidades y no reconocen que “Dios es el
que en nosotros produce así el querer
como el hacer, por Su buena voluntad”. Filipenses
2:13
En su carta a
los Gálatas Pablo escribió: “Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para
mí y yo para el mundo” (capítulo 6 verso 14 LBLA).
5- Que las críticas y persecuciones no le afecten.
Otros factores
que arruinan a muchos ministerios son las fuertes críticas y las persecuciones,
estas hacen que se mude de un lugar teniendo que empezar de nuevo desde cero en
otro lugar y en algunos casos no se levantan más. Todos debemos saber que cada
ministerio es una declaración de guerra en contra de Satanás y sus huestes y
que por lo tanto seremos atacados, y en la mayoría de los casos es por las
personas que menos pensamos, las más allegadas a nosotros, así que para esto debemos
estar firmes. He aquí un par de versos:
2 Tesalonicenses
1:4 “Así que nos sentimos orgullosos de ustedes ante las
iglesias de Dios por la perseverancia y la fe que muestran al soportar toda
clase de persecuciones y sufrimientos”.
Romanos 12:12 “Alégrense
en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración”.
Hechos 14:22 “fortaleciendo
a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. «Es necesario pasar por
muchas dificultades para entrar en el reino de Dios», les decían”.
Espero que estos
puntos les sean de ayuda si piensa iniciar un ministerio o si ya está
ejerciendo uno. Evidentemente faltan más factores a tomar en cuenta, sólo
consideré los que pienso son los más básicos
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¡Dios les bendiga!