lunes, 30 de noviembre de 2015

Adoración que trae Paz




El verdadero adorador pasa al siguiente nivel, si porque una cosa es alabar y otra muy diferente es adorar a Dios. Alabamos a Dios, cuando reconocemos sus cualidades y decimos que Dios es bueno, que Dios es maravilloso, que Dios es incomparable, que Dios es todopoderoso, que Dios es majestuoso, eso es alabar a Dios. Y no está mal que alabemos a Dios; es más a Dios le gusta que le alabemos con todo el alma y el corazón. Y su palabra dice que: "El habita en medio de las alabanzas de su pueblo".


Pero, más que alguien que le alabe, Dios anda buscando alguien que le adore, en Espíritu y en verdad. Porque aunque Dios habita en medio de las alabanzas de su pueblo, la manifestación real de su poder la vemos cuando nos convertimos en verdaderos adoradores.

Mientras el rey Salomón dedicaba el templo, que el mismo le había construido a Dios, pasó algo maravilloso. Salomón comenzó su discurso de dedicación del mismo, alabando a Dios, por todo lo que el Señor había hecho por su pueblo y por su siervo. Reconociendo que Dios no habita en cuatro paredes, diciendo que si los cielos de los cielos, no podían contener a Dios, cuánto menos esta casa que yo he edificado (1 Reyes 8:27), la Reina Valera de 1909 lo dice de esta manera: Mas ¿quién será tan poderoso que le edifique casa? Los cielos y los cielos de los cielos no le pueden comprender; ¿quién pues soy yo, que le edifique casa, sino para quemar perfumes delante de él?

Salomón a pesar de ser el hombre más poderoso de su época, reconoció que el no era nadie delante de la majestuosidad y la grandeza de Dios, por lo tanto comenzó a alabar a Dios, pero la alabanza fue subiendo de nivel, y en vez de alabar, de repente Salomón se encuentra adorando al Rey de reyes y Señor de señores, y al entrar en ese nivel de Adoración, se olvidó de que él era el rey, se olvidó de todo lo que acontecía a su alrededor, al igual como años antes, lo había hecho David su padre, cuando llevaba el Arca de Jehová, para Jerusalén, que era tanta su emoción, que su alabanza subió de nivel y se convirtió en Adoración , y en medio de todo su pueblo, a la vista de toda su gente el rey se convirtió en plebeyo, porque no importa si usted es el empresario más rico del país, no importa si usted es el hombre más importante de su pueblo, no importa si usted es el abogado, el médico, el ingeniero más famoso de su pueblo, cuando entramos en ese nivel de Adoración , nos olvidamos de todo y de todos. Solo queremos postrarnos. Solo queremos adorar. Solo queremos bendecir. Solo queremos exaltar al Dios Altísimo.

Por eso David comenzó a danzar, delante de toda su gente. Se quitó sus vestidos reales, y adoró a su Dios, con todas sus fuerzas, con toda su alma y con todo su corazón. David era un verdadero adorador. Su hijo Salomón, no pudo resistir la dulce presencia de Dios, y no tuvo más remedio, que delante de miles de personas que estaban presentes en la inauguración del templo, que postrarse, que tirarse de rodillas, porque la nube de Jehová inundaba su casa. Llenaba el templo de su gloria. Los sacerdotes y todos los presentes no pudieron hacer más nada que adorar y bendecir el nombre del Señor. No sé si eres capaz de pasar al siguiente nivel de gloria. De pasar de alguien que alaba a Dios, a alguien que adore al Señor. Dios anda buscando verdaderos adoradores, que le adoren en espíritu y en verdad. Pablo y Silas, aprendieron a reconocer ese nivel de gloria. Estaban en la cárcel de Filipos. Pero aunque estaban encadenados, atados de pies y manos, sus bocas y sus mentes no lo estaban, y en medio de la peor situación en la que puede estar un ser humano, ellos entonaron cánticos de adoración a Dios y en medio de esas alabanzas el Señor rompió las cadenas que le ataban y los hizo libres. Porque la verdadera adoración trae paz a nuestras mentes y libertad a nuestra alma.


Dios te bendiga.