Cuando estamos enamorados los
hombres hacemos hasta lo imposible para que la chica que nos gusta nos apruebe.
Le dedicamos menos tiempo a nuestros familiares, a nuestros amigos e incluso a
nuestros empleos, con el fin de pasar tiempo con nuestra “ayuda idónea” (pues así es como
los cristianos las vemos). Toda nuestra vida gira en torno a esa chica que nos
hace suspirar, nos pasamos el día y la noche pensando en ella, construimos
sueños de cómo queremos que ella se sienta en el mañana. La incluimos en todos nuestros
planes; la vemos como una reina, decimos: “En mi vida, después de Dios va ella”.
Cada cosa que planeamos le
preguntamos: “Amor ¿Cómo te gusta a
ti? ¿Cómo te gustaría que hagamos esto? ¿Dónde quieres que vivamos?,
etc.” Y realmente le preguntamos porque queremos que sea como a ellas
les gusta. Nos damos para ellas, estamos dispuestos a darles mucho más de lo
que recibimos. Se vuelven tan importantes para nosotros que a veces hasta
descuidamos nuestro tiempo con Dios por dedicarles más tiempo a ellas.
Pero al pasar el tiempo, a medida
que los años van pasando (algunos en muy poco tiempo, otros en un tiempo
considerable) todo esto se desvanece, quien fue en su momento lo más importante
en nuestra vida, pasa a ser sólo alguien más de la familia; una persona con la
que tenemos un compromiso. Ahora le quitamos tiempo a ella para dedicarnos más
al trabajo, a los amigos y al “ministerio” (las comillas son a propósito).
Ahora importa poco lo que ellas
opinen con relación a los planes que hacemos porque “las mujeres no saben de estas cosas” decimos. Hasta he
escuchado a algunos decir: “hago
esto para cuidarla de ella misma”, como si quisiéramos hacer notar que
ellas perdieron la capacidad de hacer las cosas o si ya no pueden cuidarse por
sí mismas. Opinan de ellas de manera ofensiva al decir: “esa mujer es un problema”. Se sustituye
el “mi reina”, “mi amor”,
por “esa mujer”.
Creo que en primer lugar debemos reconocer
que el amor es el fundamento de los deberes que tenemos para con
nuestra esposa. El Amor de un esposo para su esposa es particular a esta
relación. Hay una razón principal que debemos saber como esposos piadosos.
Tú estás casado con ella y Dios te ordena que ames a tu esposa. Aún cuando sus
encantos ya se hayan perdido de muchas maneras. En otro orden, en este
deber de amar a tu esposa, debes hacerlo amando su cuerpo como su
alma. De esta manera harás justicia a ella. Debes amar a tu esposa a tal
grado que ese amor esté sobre todos los demás, incluyendo a tus padres y a tus
hijos; y ciertamente sobre cualquier persona fuera de la familia.
Proverbios 5:19 dice: “…En su amor recréate siempre”. ¿Qué
duración debería tener este amor para con mi esposa? ¡Siempre! Esto es no solo cuando estamos reunidos en público,
sino también en privado. No por un tiempo de meses o años. Es hasta la muerte. Tu amor debe
aumentar diariamente, incluyendo en la vejez. Cuando ya la hermosura no sea la
misma y sus fuerzas se debiliten. ¿Porque no amarla en sus arrugas y
enfermedades? El amor del marido para con su esposa debe ser perpetuo.
Como Cristo amó a la Iglesia (Efesios
5:25). La sustenta y regala como también Cristo a la iglesia. Después de todo
somos con ella una sola carne. Una sola carne, esto es una sola persona
contigo. Pablo está diciendo aquí: “Esposo
cristiano, tú necesitas amar y cuidar a tu esposa con la misma intensidad
con la que de manera natural cuidas y amas tu propio cuerpo”. Te aseguras de satisfacer sus
necesidades para que funcione y crezca adecuadamente. Eso es lo que hace Cristo
por su iglesia y esta es la manera en que Dios nos
llama a pensar de nuestra esposa y a conducirnos con ella.
Hay una verdadera tentación en el
ministerio, de pasar tiempo ministrando a aquellos fuera del hogar, en detrimento de ministrar a
aquellos dentro de nuestra casa. Si permitimos que
las necesidades de nuestras congregaciones o de nuestros empleos dictaminen
nuestras agendas, ignorando nuestras responsabilidades en casa, puede ser algo
pecaminosamente justificado.
Recuerda, a fin de ser calificado como
ministro del pueblo de Dios, uno “Debe
dirigir bien a su propia familia, y que sus hijos lo respeten y lo obedezcan.
Pues, si un hombre no puede dirigir a los de su propia casa, ¿cómo podrá cuidar
de la iglesia de Dios?” (1
Timoteo 3:4-5, NTV)
También recuerda que quienes
predican el evangelio no deberían socavarlo rechazando amar a sus esposas como
Cristo ama a la iglesia.
Tarea para los
esposos:
Aquí podríamos enumerar muchas cosas
prácticas que nos ayudarían. Pero la verdad es que, como hombres no tenemos un
buen concepto de la palabra “cuidar”, ya que muchas veces ni siquiera cuidamos
nuestro propio cuerpo. Pero pongámoslo en perspectiva para entenderlo: Muchas
veces nosotros dedicamos esfuerzo, tiempo, dinero para cuidar de nosotros
mismos. Hay necesidades, deseos, aspiraciones y esperanzas; cuerpo y comodidad
son importantes para nosotros. Cuando tengo hambre como, cuando tengo sed la
sacio. Cuando estoy cansado duermo. Cuando me lastimo, limpio mi herida y la
cubro. Esto es de manera natural como cuido fervientemente mi cuerpo y lo
sustento. Este es el tipo de cosas que tienes que hacer para con tu
esposa, puesto que ella es ahora hueso de tus huesos y carne de tu carne (Génesis 2:23).
Como cristianos e hijos de Dios,
tenemos la responsabilidad de día tras día amar a nuestra esposa con el tipo de
amor sacrificial que Dios requiere.
Si la manera en la que tratas a tu
esposa es diferente a cuando empezaron, entonces debes reconocer que estás
ejerciendo mal tu sacerdocio y que debes arrepentirte y pedirle perdón a tu
ayuda idónea. Recuerda que Dios por quien primero te pedirá cuenta será por
ella.
¿Amarás a tu esposa como Dios manda?
¡Dios te bendiga!