Todos estamos
atravesando algún proceso, alguna dificultad, TODOS. Tal vez tu problema sea económico, quizás tienes una gran deuda
que no sabes cómo la vas a pagar; tal vez sea un problema de salud que por más
que has orado no ves ningún cambio. Probablemente sea un problema familiar, con
tu pareja, con tus padres, con tus hermanos o con tus hijos, no sé.
No importa tu edad, no
importa si eres hombre o mujer, no importa tu clase social; sé que estás en una
de las categorías mencionadas arriba, o incluso en varias de ellas, o en otras
más.
Los procesos hacen que
nos preocupemos, nos roban la paz, nos Borran las sonrisas; y aunque tenemos un
ejército de personas que nos hablan de cómo afrontarlos, no es lo mismo decirlo
que vivirlo; pues éstos no son como una vestimenta que nos ponemos y nos quitamos
cuando queremos, éstos se instalan en nuestra mente y en la quietud del
silencio, cuando ya se han callado los consejeros nos recuerdan que están allí.
Y es que ¿cómo le
decimos a quienes le debemos, mientras los intereses crecen, que Dios
proveerá?; ¿cómo le decimos a la enfermedad, mientras esta avanza, que Dios
sanará?; ¿cómo le decimos a las dificultades familiares, mientras empeoran día
a día, que Dios tiene el control?
Sencillamente no
podemos, no podemos decirlo y empezar a sentir paz con sólo decirlo. Lo único
que podemos hacer es ALABAR A DIOS en medio de esas dificultades. No es fácil lo sé; hay momentos que un
nudo se forma en nuestra garganta, a veces por el enfado de sentirnos
impotentes o porque no vemos la mano de Dios obrar en ese problema. ¡¡¡Vamos!!!
seamos realistas (eso no nos quitará la santidad) hay momentos en los que
pensamos que Dios no nos está viendo o que estamos haciendo algo mal; y de
igual modo nos enfadamos con Dios y no queremos alabarle.
Pero hoy te digo que
aún en ese momento Dios merece nuestra alabanza; la merece porque podríamos
estar peor. Aún en medio de las aflicciones Dios está con nosotros ¿cómo lo sé?
Él mismo lo dice: “Con él estaré yo en la
angustia…” Salmos 91:15b.
Por eso Dios quiere que
lo alabemos, y esto Él también lo dice en ese mismo salmo: “Me invocará,
y yo le responderé...” Salmos 91:15a.
Y muy importante es con
lo que cierra ese mismo salmo: “... Lo libraré y le
glorificaré”. Salmos 91:15c. Es
una promesa que Dios nos hace.
No importa por lo que
estés pasando, no importa que te sientas impotente, no importa si estás
molesto/a con Dios, si estás molesto/a con el mundo que te rodea, si estás
molesto/a contigo mismo/a. Alaba a Jehová. Escribe en las paredes de tu corazón
estas palabras:
Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de
continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se
alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre. Busqué a
Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él
fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le
oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa
alrededor de los que le temen, Y los defiende. Gustad, y ved que es bueno
Jehová; Dichoso el hombre que confía en él. Salmos 34:1-8
Yo no sé si esto te
sirva de algo, sólo te puedo decir que a mí me ha dado alivio y de alguna
manera Dios me ha ido librando. Yo no te prometo nada; después de todo no fui
yo quien escribió el Salmo 91:15, fue David o Moisés, no
se sabe con certeza, lo que sí sé es que fue Dios mismo quien lo inspiró a
escribirlo. Aquí es Dios quien está prometiendo y Él cumple sus promesas. ¿Cómo
lo sé? Porque Él mismo lo dice: “Además,
el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es
hombre para que se arrepienta”.1 Samuel
15:29
¡Dios te bendiga y te
libre de tus aflicciones!